Sobre la plasticidad Urbana


Ha sido en Roberto Burle Marx, artista plástico de origen brasileño que falleció en 1994 a los 84 años de edad, donde he encontrado una de las referencias urbanas que más me han atraído en los últimos años. 

Quizá el hecho de que su madre fuera cantante y pianista despertó en su hijo el amor por las artes, en concreto por la música y las plantas. El cultivo de rosas, begoñas y gladiolos era un quehacer diario en la vida del pequeño Roberto. Junto con su nodriza, Ana Piascek, Roberto aprendió a disfrutar de la germinación de las semillas en el jardín así como el gusto por los huertos domésticos. 
Pese a que su padre, próspero comerciante del cuero, amante de la literatura europea y de la música erudita, se preocupó por la educación de este entrañable personaje, nunca culminó sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde ingresó en 1930.

Burle Marx, a diferencia de sus coetáneos, utilizó especies de la vegetación nativa nacional, lo que le llevó a ser invitado a proyectar los jardines del edificio de Gustavo Capanema, logrando así su reconocimiento y forjando su forma de hacer.


Destaco en el post de hoy a este artista, porque aprecio en el proceso de tu trabajo un modus operandi absolutamente contemporáneo. Mediante la superposición de estratos, Roberto Burle Marx, compone geometrías más o menos caprichosas que evocan no sólo a la naturaleza, si no a un orden que articula los espacios que conforman el entorno urbano.

 Sustracción, adición, yuxtaposición y complementariedad, son las herramientas que este animado artista utiliza para componer ricos entornos paisajísticos. La plasticidad de sus composiciones está simultáneamente apoyada en la geometría y el color, creando tensiones y distensiones.


El resultado de tan estrambóticos paisajes, pese a ser concebidos como composiciones planas, nos lleva a comprender la realidad urbana más allá del espacio de tránsito. El entorno urbano, sobre todo en los países cercanos al ecuador, donde la mayor parte del año se disfruta en la calle, no es un sitio de paso, es como una gran hogar en el que todos los viandantes (adultos, niños, mayores, animales de compañía, pequeños elementos móviles y naturales) comparten vivencias.

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